La aclamada Fallingwater, casa de descanso para la familia Kaufmann, que se localiza sobre el río Bear Run, condado de Fayette, estado de Pensilvania, al noreste de Estados Unidos; diseñada por Frank Lloyd Wright entre 1934-35 y construída entre 1936-39, nos permite reflexionar sobre la Arquitectura orgánica.
Cuando se habla de orgánicismo, algunos proponen que se trata al realizar arquitectura con formas inspiradas en la naturaleza utilizando líneas sinuosas y curvas, al estilo de Gaudí en España o Guimard en Francia; y aunque se trata de movimientos que efectivamente contribuyeron a romper el legado del historicismo predominante en el siglo XIX, lo que Wright propone y desarrolla plenamente en esta casa, es totalmente otra visión:
“Para llevar este asunto de una arquitectura orgánica un poco más profundo al lugar al que pertenece, el corazón humano, el tema del diseño cae fácilmente en las siguientes expresiones sensuales de principios en el trabajo. He visto, y aquí estamos interesados en ese sentido del todo que solo es radical.
1. El sentido del suelo. (Topografía, características orgánicas, Crecimiento).
3. El sentido de los materiales …
4. El sentido del espacio.
5. El sentido de las proporciones. (Con esto debes nacer. Un instinto.)
6. El sentido del orden. (Relacionado por el cultivo con el sentido de la proporción).
7. Formas y medios, es decir, técnica.
Último y no por eso menos importante. A cada hombre lo suyo.” [1]
En primer lugar, debemos adentrarnos en la minuciosa lectura realizada por Wright, quien solicitó un levantamiento topográfico que incluyo todos los árboles y las rocas del emplazamiento, mismo que le brindó la información del lienzo que se completó por el programa particular de los usuarios.
Luego, recordamos las anécdotas de algunos estudiantes de su escuela, que relatan cómo, el Maestro, dibujo en un lapso corto de tiempo las plantas, secciones y fachadas del proyecto, y, además, constatan cómo, el autor, trabajó su propuesta integrando la naturaleza particular a la casa, concibiéndola como una especie de simbiosis, pues sabía exactamente como relacionar cada elemento natural incorporándolos con la nueva materia.
La experiencia de conocer un proyecto icónico sobrepasa el ver el objeto material, pues el arribo es ya una experiencia.
El ahora museo, nos recibe con un rótulo tallado sobre una sección de roca frente a un fondo arbóreo, y durante el recorrido se va apreciando el paisaje que cautivo a propietarios y al arquitecto; tierra, árboles, riachuelos preceden al asomo de la intervención.
En la planta del nivel de acceso, se puede leer la intención de atravesar el río y visualizar los planos flotantes y su relación desde lo alto con el río, destacan las carpinterías rojizas de metal que soportan los peldaños que incluso te pueden llevar a tocar el río mismo.
En los planos se destacan los muros de concreto reforzado y piedra que soportan las funciones del hábitat, y como los límites se van desvaneciendo a medida que se relaciona con lo natural.
Los volúmenes de piedra destacan por su verticalidad reafirmando la búsqueda del refugio, al mismo tiempo sirven de marco a los gruesos y delgados voladizos que promueven la horizontalidad de la composición (acaso como respuesta ante el reto de los europeos, que afirmaron que Wright no podía diseñar con techos planos).
Es más, los planos flotantes ahora, sirven como un enlace casi directo hacia el exterior, pues parecen descansar sobre la naturaleza, es mucho más que un lugar para ver es para sentir y hasta tocar alguna rama del otro extremo del río.
La sección conceptual ilustra claramente esta idea y nos permite comprender los criterios constructivos innovadores (Wright estudio dos años de ingeniería y completo su formación con la sociedad Sullivan-Adler, este último también ingeniero).
Otro detalle digno de resaltar es que la esquina ya no es estructura, se transforma en una piel transparente para incorporar el paisaje al interior. En esta casa, incluso esas esquinas de vidrio tienen secciones que se pueden abrir, haciendo destacar aún más la continuidad de la relación interior-exterior.
Por lo tanto, lo mas importante es esa busqueda de la armonía entre la naturaleza y la materia, que tiene que ver más con la lectura profunda del lugar, y como éste sugiere intevenciones que sobrepasan la forma, para esperar un planteamiento que lleve la función al climax sensorial, al comprender que una arquitectura será organica cuando provueva esa relación intrínseca.
En otoño (2012), la fotosíntesis hace que los los árboles se desprendan de la mayor parte de sus hojas, permitiendo que en el paisaje se destaquen los tonos ocres, y nos deja apreciar cómo la casa se mimetiza.
Y aunque la geometría es ortogonal, el balance logrado nos hace compartir la visión de uno de los genios mas grandes de la Arquitecura.
[1]Frank Lloyd Wright 1938, Architectural Forum