Le Corbuier (Charles-Edouard Jeanneret) nacido en Suiza en 1887, es indiscutiblemente uno de los arquitectos más reconocidos del siglo XX.

Y es, precisamente, en la Villa Saboye 1928-193, ubicada en Poissy, en las afueras de París, Francia, donde puede mostrarnos magistralmente varios de sus postulados.

Este relato, pretende mostrar cómo, sus cinco puntos de una nueva arquitectura (1926), son rebasados por la experiencia sensorial que se vive en ella.

La planta libre es uno de los puntos centrales, pues nos permite visualizar la independencia de la estructura y la piel, como una de las mayores contribuciones de la época; y acá, debemos acotar, que este logro está íntimamente ligado al cambio y evolución de la tecnología constructiva, pues al prescindir del muro como elemento estructural, esto permite una fachada libre y por consiguiente la espectacular ventana alargada, que permite proveer de mayor cantidad de luz a los interiores.

Aunque a mí, me gusta más decir, ventana apaisada, pues ahora, esa amplitud y continuidad del vacío, nos otorga la posibilidad de integrar el paisaje; en una mirada, existe una interacción como incorporando el exterior hacia el interior.

Esa independencia estructural, es producto de una modulación de una serie de columnas (pilotis), independientes, cilíndricas y ligeras, que proveen la posibilidad de elevar las funciones de la vivienda a los niveles superiores, dejando el nivel de suelo para el vehículo y los servicios. 

La interconexión vertical utilizada en las construcciones tradicionales de varios niveles era, usualmente la escalera, y Le Corbusier incorpora una con un diseño exquisito, una pieza helicoidal que destaca a la izquierda al traspasar el umbral curvo de vidrio, que desliga el afuera del adentro. 

Pero, entonces aparece la magia… el promenade arquitectónico…

Sobre el eje del ingreso, como recibiéndonos, un plano inclinado nos invita a recorrerlo, en un ámbito espacial blanco, el piso y el pasamanos obscuro, nos dan el soporte humano necesario, para arribar a la planta habitable, donde sucede la vida cotidiana, donde la ubicación libre de los tabiques, va generando las privacidades necesarias que parecen fundirse con el exterior por sus ventanas apaisadas.

Pero aún nos espera el último punto; este promenade o paseo sensorial, nos lleva de la mano al redescubrimiento del uso de la terraza.

La tecnología del hormigón reforzado, permite eliminar los clásicos y necesarios techos inclinados, proveyendo de unos patios-jardín ubicados en relación directa y continua a los interiores.

“Para Le Corbusier, la escalera “separa”, mientras la rampa“une”. En este caso, extiende desde el césped hasta el cielo el hilo de un majestuoso “paseo arquitectónico”entre la puerta de entrada, el apartamento situado en la primera planta y la terraza solarium situada en la cubierta”[1]

En el esquema se ilustra, cómo los planos horizontales están unidos por un recorrido, en donde los sentidos, no tienen que preocuparse por los peldaños; por el contrario, la poca pendiente de la rampa, permite e invita a disfrutar el recorrido; planos sólidos, lienzos transparentes así como vigas y columnas van generando obstáculos o aperturas que la materia y la luz potencializan y que nos incitan a seguir.

Nuestros sentidos, ahora están solamente comprometidos a vivir las aperturas, las interconexiones.

Recorrido sensorial, materia y naturaleza fundidos…

Eso es Arquitectura…

Visita en invierno de 2017

MA


[1]Jean-Luis Cohen, Le Corbusier 1887-1965, El lirismo del a arquitectura en la era mecánica. Taschen, Alemania. 2004

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