El maestro Mies van der Rohe, finaliza en 1951 la famosa y muy comentada Casa Farnsworth, ubicada en Plano Illinois, colindando con el río Fox.

Los mayores detractores hablan de que los errores más graves son, por un lado, la excesiva transparencia con lo cual se compromete la privacidad; y por otro, que se ha inundado en un par de ocasiones.

Sobre esto, me limitaré a decir que, como toda obra de arquitectura, puede tener errores o en todo caso, detalles a mejorar. 

Aunque pesándolo bien, podemos argumentar, en primer lugar, que Mies se tomó su tiempo para diseñar y discutir con su cliente, la Dra. Edith, todos los detalles de su propuesta; incluso en una fotografía aparece el maestro observando la maqueta de la casa, fechada unos años antes de la construcción, asumimos que se discutió sobre el tema.

Además, recordemos que se trataba de una casa de fin de semana, que el solar está lleno de árboles y que la cultura de la Dra. le permitió aceptar esa transparencia para algunos excesiva.

Sobre las inundaciones, diré, que el solo hecho de que el edificio esta elevado, es suficiente prueba de que esta condición fue tomada en cuenta. Y podríamos agregar, que los eventos climáticos actuales sobrepasan la media.

Ahora bien, lo más importante, es reconocer, estudiar y valorar los aportes de cada obra; porque es la única manera de formar un criterio arquitectónico. 

En mi visita de 2015, he quedado maravillado y convencido cada vez más, de la validez de los aportes a la arquitectura de esta pequeña pieza.

Mies hace gala de su manipulación de la materia, con esa claridad y contundencia de la que nos tiene acostumbrados por sus proyectos previos; llama la atención como las columnas se manifiestan adosadas lateralmente a los planos, para que ellos, los tres, aparezcan como lienzos flotantes que definen potenciales circulaciones y recintos interiores y exteriores.

Las carpinterías de vidrio, nos recuerdan el encargo de la glassraum (1927), “sólo la piel de vidrio, solo las paredes vidriadas permiten a las construcciones realizadas con un esqueleto alcanzar su forma estructural unívoca… Permiten un grado de libertad en la configuración del espacio, del que ya no queremos prescindir. Sólo así podremos estructurar espacios con libertad, abrirlos al paisaje y ponerlos en relación con él”.[1]

Pero lo que más llamó mi atención, fue el recorrido que nos obliga a entender que, el espacio está lleno de dinamismos, entre la ruta de llegada y el tiempo que toma la acción, suceden una serie de experiencias incluso para los no arquitectos. 

Y esto, creo, es lo más valioso de esta reflexión, de cómo la arquitectura descubre los mecanismos, para que cualquier mortal, aprecie su esencia.

En primer término, no existe un acceso formal, un camino o piso definido; en su lugar, se recorre el sitio, descubriendo, encontrando árboles a nuestro paso sobre la naturaleza sin intervención. 

Y luego, como quien ve el tesoro, aparece en la lejanía, una silueta blanca, que nos obliga a acelerar un poco el paso, pero siempre, con atención, ahora ya casi esquivando a los árboles, hasta llegar al punto de poder enmarcar con nuestra mirada la pieza completa.

La mente se siente cautivada, y es ahí donde se comprende lo adelantado que Mies estaba; la arquitectura no es solo la pieza a construir.

El menor de nuestro grupo, un joven de 16 años, se apresura a subir los 4 primeros escalones hasta llegar a la primera plataforma; salta sobre ella como quien conquista la montaña, pero luego, sucede algo inesperado. No se dirige hacia las otras gradas que dan acceso al pequeño espacio interior-exterior de la casa; sino gira 90 grados hacia la izquierda y camina lentamente sobre la plataforma; casi como un juego, llega hasta el final de ella, se sienta, luego sube las manos y toma un respiro como agradeciendo. Y nos confirma: El plano flotando sobre la tierra aparece como sugiriendo recorrerlo, como un podio para hacer una lectura diferente hacia la naturaleza, una visual elevada para tener otro ángulo de los árboles, como un podio para disfrutar incluso el cielo desde otra perspectiva.

A continuación, optamos por hacer un recorrido alrededor de lo construido, como reconociendo la integración materia y naturaleza en sus diferentes ángulos, previo a regresar a completar la experiencia de ingresar al espacio interior.

Luego de conquistar la primera plataforma, otras 5 huellas nos permiten arribar a un espacio interior-exterior, un pequeño espacio, cual atrio techado, nos deja entender la transición de un espacio casi indefinido. Un vestíbulo exterior, con una perspectiva del entrono diferente, a otra altura, y además entender esa idea de continuidad espacial que la transparencia de las pieles de vidrio nos permite.

Desde ahí, podemos apreciar la interconexión espacial, sólo interrumpida por el bloque de madera, que aloja los servicios, que aparece difuso entre los dos planos paralelos y horizontales que definen este interior etéreo; el cual se puede recorrer en continuidad.

El piso de travertino y el mobiliario moderno y el bloque central, es lo único que se diferencia del resto de blancos.

Adentro de la caja de vidrio, Mies me termina de convencer, pues la materia adquiere esa condición difusa, aludiendo nuevamente al sumprematismo, donde el elemento se funde y tiende a desaparecer. 

Mies nos enseña cómo, con una serie de intervenciones espaciales, nos conduce sugestiva y paulatinamente en un recorrido arquitectónico, donde se va descubriendo diferentes posibilidades de interactuar.


[1]Triangle Postals SL y Fundació Mies van der Rohe, Texto Josep Rovira, Barcelona, 2002.

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