Hace un poco más de una década, se cumplió un siglo de la construcción de la Robie House (1909) obra cumbre de las llamadas Casas de la Pradera, ubicada en las afueras de Chicago Illinois y diseñada por el reconocido Frank Lloyd Wright.

En 2015 he podido fibrilar con esta pieza de maestra de arquitectura y reconocer los aportes, muchos aún vigentes.

En primer lugar, se observa como el partido geométrico general, obedece al solar alargado ubicado en una esquina, por lo que se logran reconocer los dos rectángulos que definen las zonas de la casa, el mayor se localiza retraído de las dos calles de acceso, para dejar un lugar a la naturaleza propia y relacionarse con los árboles del espacio público, se hace evidente que ese bloque se destina a los espacios sociales y privados; dejando el rectángulo menor hacia el fondo del terreno y destinado a los servicios.

Esa condición alargada, pareciera le sugirió al arquitecto la posibilidad de proponer unos bloques masivos de ladrillo expuesto rematados con sillares y dinteles de concreto, como líneas que enfatizan esa horizontalidad innovadora para la época, y que sirven de marco a los vacíos acristalados.

Dentro de los aportes de Wright, también se consideran los relativos a la evolución de las funciones de las viviendas; el nivel de suelo aloja, en el bloque principal, las salas de juego. en la parte posterior se ubican los servicios, así como un estacionamiento cubierto para tres vehículos, conectado a un patio que sirve de espacio intermedio o plaza, y que perfora la fachada con un ancho limitado. Este detalle es digno de resaltar, pues lleva implícita la intención de ocultar los vehículos. Estos espacios están prácticamente a salvo de la miradas de la calle y debemos resaltar que no existe un muro perimetral, por lo que el juego de masas de ladrillo es el que marca las privacidades.

Un criterio importante de resaltar, es que las aperturas de los tres niveles, buscan la continuidad horizontal, y es seguro que con el sistema constructivo adoptado, las divisiones podrían haber sido más livianas, para tener ventanas más continuas, sin interrupciones. Sin embargo esto haría también más fácil las visuales desde el exterior, por lo que la estrategia fue construir esas masas de ladrillo, que proveen esa secuencia alterna de masas y vacíos, que van proveyendo de esa privacidad necesaria.

Los aleros son parte vital en este sentido, pues brindan una sombra adicional a la línea de ventanas, que le da una lectura lineal al mismo tiempo que protección 

En el eje transversal, atrás del bloque social, dando hacia el frente menor, aparece uno de los accesos limitado con masas de ladrillo y un muro con altura de banca que dirigen hacia el vestíbulo de visitas, como si la intención fuera ocultarlo de la fachada. 

Este espacio permite acceso hacia los salones de juegos, servicios y hacia las gradas principales que nos llevan al primer nivel.

Este piso aloja sala y comedor en un espacio longitudinal únicamente interrumpido parcialmente (pues tiene una apertura superior) por la chimenea y gradas hacia nivel de calle, un una planta libre enmarcada por las serie de perforaciones mencionadas. 

Ya en el interior, se comprende mejor cómo funcionan las pieles trasparentes, son ventanas al mismo tiempo que puertas hacia la terraza lateral, cuyo abatimiento es protegido por las masas de ladrillo, ahora todo tiene sentido.

Como siempre, Wright vuelve a mostrar el diseño integral, pues tanto las pertas como las ventanas tienen incrustaciones de metal y vidrios de color, acaso como elemento adicional que provea privacidad.

En el tercer nivel, como flotando sobre los techos largos, aparece el bloque de tres dormitorios, que destacan por su transparencia, que los elementos divisorios se funden con las carpinterías de las ventanas, para aparentar su continuidad al mismo tiempo que se la mayoría se abaten para permitir la relación interior-exterior.

Las cubiertas, a diferencia de sus otras casas del sector (como su propia casa ubicada muy cerca, a 35 minutos en vehículo), plantea unos techos con una pendiente poco pronunciada, construidas con vigas de acero, como se muestra en la sección adjunta.

Acá haremos dos observaciones, la primera es el manejo de alturas dentro de techo inclinado[1], la menor, aproximada de 2.20 m de altura corre a todo lo largo de las ventanas, como destacando y enmarcándolas y además sirve para ocultar las vigas de acero principales; los más observadores verán como ese cielo, que el maestro cubre con una celosía de madera, contiene unas luminarias que dan una iluminación indirecta al perímetro; la segunda altura, la mayor, de 2.60 m ubicada al centro definida por el cruce entre el techo y esquina superior de la viga. 

Ambos cielos planos, están decorados por una serie de detalles en madera (líneas) que van en el mismo ritmo de los vanos de las ventanas, al mismo tiempo que sirven de anclaje a las lámparas diseñadas por el mismo Wright.

La segunda observación, se trata de un detalle constructivo; muy difícil de observar a simple vista, pues está localizado en el filo de los voladizos de los techos inclinados.

Al final de la caída de las aguas, como a manera de canal, el arquitecto diseña una pequeña contrapendiente, con toda seguridad por un requerimiento técnico, pero que además le da un toque especial, de eso que solo la experiencia puede proveer a los más acuciosos, y en este caso le llamaremos, el alero respingado….


[1]Donald Hoffmann, Frank Lloyd Wright’s Robie House, The illustrated Story an Architectural Materpiece, Dover Publications, Inc. NY 1984.

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